Lamivudina se utiliza para tratar la hepatitis B crónica y como parte de un tratamiento combinado antirretroviral para el VIH en adultos y niños. No debe utilizarse en monoterapia y se recomienda controlar regularmente la función hepática y renal, especialmente en pacientes con insuficiencia renal severa o hepática. En mujeres embarazadas, la lamivudina ha mostrado ser generalmente segura, pero debe utilizarse sólo si es necesario y bajo supervisión médica, ya que se ha demostrado que atraviesa la placenta; puede utilizarse durante la lactancia, pero se recomienda evitar la lactancia para prevenir la transmisión del VIH. Entre los efectos adversos más comunes se incluyen cefalea, insomnio, náuseas, vómitos y alteraciones digestivas. En algunos casos puede provocar acidosis láctica, disfunción mitocondrial, problemas hepáticos graves y complicaciones musculares. La lamivudina tiene interacción posible con trimetoprima y debe evitarse con dosis altas de cotrimoxazol.